La música llega hasta mis oídos.
Sicus y quenas rememoran tiempos ancestrales...
Cuando los cóndores eran dueños de la Tierra.
Cuando el sol elevaba sus plegarias diariamente.
Un quejumbroso violín me descubre al monte muerto
y los aborígenes lloran su patria desolada.
El erke entona una canción de siglos.
Siglos pasados. De lunas nuevas.
Ahora es el turno de las guitarras.
Nota a nota recuerdan gritos liberados.
Águilas encadenadas que rompen sus grilletes
y se lanzan, en cada rasguido, al cielo azul infinito.
La música llega. Despacio y sin pausa
a inundar el silencio.
Yo la siento. Primero lejana. Luego dentro mío.
Cada vez más potente. Más clara. Más pura.
Arriban a mí sones que son rezos.
Oraciones de años perdidos en la inmensidad del tiempo.
Oraciones de antes del momento del abandono,
del errar el camino.
Oraciones que ya no sabemos escuchar. Ni comprender.
Un tambor lejano retumba allá a lo lejos,
y su golpe remueve heridas inconclusas.
Cada golpe es un alerta al niño desprotegido:
¡No te alejes! - parece decirle
¡No te alejes! - suplica el sonido.
La Orquesta entera es ahora un Gran Concierto.
Ya no es un instrumento que se suma al otro.
Ya es un TODO. Una UNICA cosa,
que me envuelve. Que me llama.
Que me cobija. Y me aclama.
Y en los brazos infinitos de sus notas musicales
soy Yo. Otra vez. Unida a ellas.
Soy guitarra, erke, quena, violín, tambor y sicus.
Soy el canto de los indios.
Soy la Música Divina.
PAOLA
Paola... ¡Claro!!!!...El Universo es un Concierto... Todo unido...en Uno y en uno... Bello, muy bello...como tus instrumentos internos en Acción!... Astchin
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