
…El Navío iba surcando el éter repleto de estrellas y luz…
Sentías que nada -o poco- se podía lograr en la vastedad del universo.
Cosechando lo que sembrabas,
Vida tras vida
Edad tras Edad
Era tras Era.
Todo estaba escrito en pergaminos viejos.
Todo estaba dicho por maestros y gurúes de palabras altas y voces gruesas.
Nadie se animaba a cambiar ese destino.
Todo debía cumplirse tal La Ley lo estipulaba.
Y luego llegó el barco surcante del aire.
Flameante su bandera al viento.
Banderas blancas de tempestad limpia.
Buscaba los peces que, en el mar del tiempo, quisieran cambiar su hado de eternos navegantes de mareas circulares.
Marchabas sin rumbo, creyéndote poderoso. Hombre.
Y el velero te esperó
para cargarte a su proa
y llevarte a tu Puerta Real.
PAOLA
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