
Rueda que rueda el carrusel de la vida
en un eterno clamor de voces antiguas.
Aquí y allá, chisporroteantes, se prenden y apagan
las luces artificiales de los falsos astros.
Y destellan tintineantes las lentejuelas tornasoladas.
Cada uno interpreta su papel:
- Algunos conducen el show con altas galeras
embelesando al pueblo con increíbles historias de odios y amores,
demasiado iguales al tocarse sus puntas...
- Otros, pintadas sus bocas con alegres carmines,
hacen reír a todos con sus patéticas disputas
y sus violencias sin sentido...
- Ciertos personajes, más refinados, bailan una danza elegante y ligera
Y, erguidos en altas puntas de zapatos delicados,
maravillan al vulgo con su gracia infinita y etérea, pero igualmente falsa...
- Algunos van más allá y hacen creer que vuelan.
Subidos a la cúspide de los columpios,
transmiten la ilusión de estar elevados hacia el cielo...
- Unos utilizan fieras, que amansan a fuerza de palos y hambre
y hacen creer que ellas les obedecen por amor, cuando en realidad lo hacen por miedo...
- Hay enanos también
que provocan el hazmerreir por su deformidad.
Y, al igual que los hombre gordos y las mujeres con barbas
se humillan porque nada más les queda por lograr... sólo la risa de los demás...
- Y está el público, que también interpreta su papel de pasivo espectador:
Llora cuando le dicen que llore.
Ríe cuando le dicen que ría.
Aplaude cuando le dicen que aplauda.
Y se va, creyéndose satisfecho, cuando todo acaba...
...
Las luces se apagan...
El carrusel se detiene...
Y cuando el circo queda a oscuras y en silencio y los brillos ya no son,
se pueden ver los parches de la carpa,
las lágrimas del payaso,
el dolor de los osos,
el olor del desamor...
Y es en el silencio doloroso del interno
donde somos realmente (sin pintura, sin espejos, sin vestidos)
lo que somos...
PAOLA
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