
Sangra el cuerpo, Señor.
Cada gota mancha el sendero que lleva a la cima del Gólgota.
Sangra la vida, Señor.
Cada latigazo se hace aún más profundo en el dolor.
Y por eso, tal vez, menos se sienten cuando tocan las llagas.
La carga es muy pesada, Señor.
Lastiman las heridas la gruesa madera de la Cruz,
que astillan los hombros purpúreos de dolor.
El camino es largo y penoso, Señor.
Y la cumbre parece aún cada vez más lejana, a pesar de tanto transitado.
Los últimos pasos parecen eternos. Insostenibles.
El peso es ancho. Y tan angosta se presenta la senda.
Los ojos se iluminan en la Muerte, Señor.
Tras lenta agonía de martirios
ahora pueden entender el Misterio...
El alma comprende el porqué del dolor, Señor.
Y las alas se despliegan, entonces, jubilosas.
Retornando simplemente al principio de este Tiempo.
Perdonando vidas, pecados, temores, atrasos.
Sangre derramada, que purifica males.
Muerte mutilada, que trae Redención y Gloria.
Espíritu puro, que encarna para morir.
Y resucitar. Al tercer día.
Muerte mutilada, que trae Redención y Gloria.
Espíritu puro, que encarna para morir.
Y resucitar. Al tercer día.
PAOLA
El Camino es largo... siii, y, en el instante de la muerte nos damos cuenta que nunca hubo camino, que todo estuvo ahí... SIEMPRE... Y que no lo supimos VER...
ResponderEliminarDaríamos miles de vida a cambio para que ese instante se prolongue para poder atesorar ese momento preciso y llevarlo eternamente para resucitar al tercer día.
Hermoso Paola, pero creo que ese punto inexistente
debe ser poblado de flores... y no de sangre y espinas...
El dolor nos lo da el pensamiento.
El Amor y las flores... la Contemplación en NOSOTROS...
¡RESUCITEMOS!... ¡YA!
Ascheen