Bienvenidos al sitio donde con toda humildad publico las canciones que mi Daena me dicta. Me susurra despacito cada palabra a ese oído que no es el físico, sino que está mucho más allá de mi entendimiento humano. Porque lo esencial, como diría el Principito, es invisible a los ojos...



jueves, 17 de mayo de 2007

CAMINO

Inspirado en el poema “Itaca” de Konstantínos Kaváfis.


Soy el camino. O el caminante que hace camino.
Al principio mi caminar era errático, no sabía cuál era mi meta. O no la quería ver. Mi Ítaca era lejana, imprecisa, borrosa. Allende los mares sabía yo que se encontraba, pero mi miedo hacia cíclopes, lestrigones y monstruos marinos era aún más intenso que mi deseo de navegar hacia ella.
Sirenas monstruosas y al mismo tiempo magnéticas me retenían en mis islas desoladas de miserias y agobios humanos. El maléfico Poseidón detenía mi barca con huracanados vientos cada vez que intentaba zarpar.
Entonces... un día miré hacia el éter. Y vislumbré las estrellas del cielo. Miles. Millones de estrellas desperdigadas. Pequeños soles innumerables plagados de luz blanca, pura, purificante. Y supe, entonces, que mi camino no estaba solamente en el mar, en la vida, en la tierra, sino y fundamentalmente, en las alturas.
Allá, en lo alto, junto a ellas, mis hermanas, las estrellas sempiternas de luz que me alumbrarían el caminar.
Y supe entonces que si bien mi barcaza vieja y desvencijada se encontraba aquí, que era en ella que debía transitar mi andar por estos mares, era allá, en el cielo, donde debía dar mis pasos. Tal vez pequeños e imperceptibles, pero siempre firmes. Uno por uno, sin prisa. Aprendiendo y aprehendiendo cada una de sus constelaciones, recibiendo los mensajes cósmicos e ir descubriendo sin dudar los reinos de estos viajes interdimensionales.
Supe, entonces que soy caminante del cielo, pero que mi misión fundamental es unir los caminos que acoplan el cielo con la tierra, el mar de abajo con el mar de arriba.
Así emprendí mi viaje. Desafiando a Poseidón. Enfrentando mis miedos internos y externos. Guerreando con Sirenas, con Titanes y con todos los monstruos que se me han presentado desde entonces para mostrarme quién soy y quién no quiero ser. Mostrándome una imagen en un reflejo equívoco de un espejo paranoico. Y fui entendiendo que si yo no los invocaba, tales criaturas no se me presentarían. Que estaba en mí y en mi conexión sideral el no encontrarlos en mi camino.
Entonces, desde ese momento de luz, caminé en un cielo estrellado, no siempre despejado de tormentas, pero siempre, innegablemente, con luces perennes escondidas entre las centellas.
Paola





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