Las almas miserables sostienen que el mundo les debe algo.
Que ellos no merecen lo que les tocó en suerte y que a aquellos que los juzgan les corresponde ser condenados.
Las almas tristes sostienen que el sol no sale para ellos,
que los pájaros no cantan sino chillan y
que las mariposas nacen sólo para morir.
Las almas enojadas ven la noche como un manto oscuro de miedos.
Al día como un azul dañino a la vista.
A los niños como llanto y narices sucias.
A los gatos como egoístas y perezosos.
Las almas altivas piensan que el oro es más refulgente que el sol.
Que las piedras sólo sirven si son preciosas.
Que los árboles se plantan para hacerles sombra a sus hijos
y el agua es mineral embotellado.
Las almas endemoniadas matan con palabras y hachas.
Seducen niñas con faldas blancas y luego las abandonan entre sangre y llanto.
Ríen con risa de diablo y tienen miradas de incendio.
Las almas simples juegan con un pájaro y un nido.
Corren descalzos y se desnudan en los ríos
y alzan su vista en las noches estrelladas y sueñan que nadan en el infinito.
Las almas puras no se enojan, no se sienten felices sin sentido, no se enorgullecen ni se ponen tristes.
Tampoco corren para alcanzar algo ni se sientan a criticar a otros...
Sólo observan... y se reconocen...
PAOLA